Patrimonio Nacional ha presentado la restauración del violonchelo Stradivarius, pieza valiosísima perteneciente a las colecciones reales, que sufrió un accidente el pasado mes de abril durante una sesión de fotos en la que se fracturó el cuello. Carlos Arcieri, uno de los mejores luthiers del mundo, fue el encargado de reparar el mástil del instrumento.
El cuello afectado no era una parte original del violonchelo. Fue sustituido en 1857 como elemento auxiliar y, según explicó el restaurador, su reparación no provocó daños en el instrumento. “Respeté todos los elementos originales”, explicó Arcieri, quien agregó que el mástil y el diapasón han cambiado.
Los experimentos de Stradivari con el tamaño del violonchelo
El cambio experimental de Stradivari en la forma del violonchelo Cristiani fue indicativo de un alejamiento abrupto de las formas más grandes y más radicales en la forma del violonchelo. Mientras que el «Servais» de 1701 representa un paso momentáneo hacia la forma más grande, siendo el «Servais» el último violonchelo Stradivari de forma grande conocido, a partir de este momento prevalecen las ventajas de una forma de violonchelo más compacta.
En 1707 o quizás un poco antes, el taller de Stradivari había comenzado a construir violonchelos basados en un innovador modelo a escala conocido como «forma B».5 El modelo más pequeño de la «forma B» fue la respuesta de Stradivari al búsqueda de un instrumento de bajo viable que también podría funcionar en un rol solista. Finalmente, la «Forma B» se convirtió en el modelo elegido por este miembro de la familia de violines; Ningún otro diseño de instrumentos de cuerda ha estandarizado con tanto éxito el concepto de dimensiones de la forma, a menudo denominado «diseño perfecto». A lo largo de su carrera como profesional, Antonio Stradivari fabricó más de mil instrumentos de cuerda, de los cuales aproximadamente seiscientos cincuenta han sobrevivido en condición prístina. El propio constructor decoró algunas de ellas con mimo y delicadeza, enhebrando los contornos de los párpados superior e inferior con incrustaciones de marfil, además de cubrir los anillos y clavijas con arabescos, figuras de animales y adornos de amores.
El artesano italiano fabricaba sus instrumentos ad hominem, pensando en el ejecutante, adaptándose a las virtudes y exigencias del personaje. Por ello, grandes violinistas del siglo XX, como Yehudi Menuhin, David Oistrakh o Jascha Heifetz, coincidieron en que al principio no es fácil entender un Stradivarius. Paciencia, largas horas de ensayo y una extraordinaria versatilidad interpretativa son necesarios para que el instrumento entregue sus tesoros sin condiciones.
